domingo, 27 de noviembre de 2011

Ráfagas de viento y plomo

Salvador Muñoz
Los Políticos

Bien dicen que Dios dispone, el hombre propone y llega el Diablo y lo descompone... hoy, quería escribir lo más temprano mi columna y haga de cuenta que era la columna de la escuela Josefa Ortiz de Domínguez, pues igual, se me vino para abajo... afortunadamente, en mi caso, no hubo heridos como en dicho plantel.
Mi escrito empecé a redactarlo cerca de las tres de la tarde, después de las ráfagas... tanto de viento como de plomo...
Le cuento:



No sé si fue el aullar del viento lo que hizo levantarme cerca de las siete y media de la mañana y en mi habitualidad, salí a dar la vuelta al parque con el buen Harry. Gorra y doble suéter, por la mera precaución, así como una videocámara, por si se ofrecía. Pues nada... que el viento había puesto por los suelos la cubierta de mi moto, una lámina en un edificio cercano amenazaba con arrojarse al vacío desde cinco pisos; un camino de ramas de diverso tamaño y calibre se cernía sobre nuestras patas y pies; camisas que habían sido desprendidas de algún tendedero y bolsas de plástico que danzaban en el aire ante la música de viento que se hacía entre los árboles del pulmón que significa el parque donde vivo...
Sencillamente el espectáculo de aire y sonido era delicioso, además de que el sol brillaba en todo su apogeo en esa mañana que hacía sentir menos frío al frío...
Todo era perfecto, al menos en mi zona, esa mañana hasta que...
No, todavía no llego a las ráfagas de plomo...
Les decía que todo era perfecto esa mañana hasta que llegué a la casa después de dar la vuelta... me dispuse a recostarme de nuevo y... ¡no había luz! Bueno, sí había pero no había... las lámparas, o no prendían o lanzaban un lastimero haz que una luciérnaga daría más luz a mis tinieblas... en vista del fracaso de intentar ver la tele, le dije a la mujer: “¿Sabes? voy a tratar de instalar el programa de Photoshop...”
—¿Cómo? ¡Si no hay luz!
“Entonces, voy a adelantar con mi columna”, pensé para mis adentros... para todo tengo respuestas... ¡la laptop de mi mujer! No necesita de electricidad... ¡jo! salvo un ligero detalle... ¡el modem para internet!
Entonces... ¿qué hago?
Pensé en correr...
—A menos que quieras correr alrededor del parque— soltó la mujer con un dejo de burla... sí, la caminadora no es mecánica...
Entonces decidí dormir un rato más... todo entonces parecía volver a ser perfecto esa mañana hasta que...
No, todavía no llego a las ráfagas de plomo...
Hasta que sonó el teléfono... era el albañil, que venía a hacer los últimos detalles al baño y a instalar unas lámparas. ¡Ya no dormí! Empezaron a trabajar, a afinar una que otra cosa y entonces... sí, para poner las lámparas tenían que usar el taladro ¡que se conecta a la toma de corriente! y seguíamos sin luz...
La mujer llamó al 071, de la CFE, para reportar el caso, pero las veces que lo hizo, siempre estuvo ocupado y nunca hubo respuesta al otro lado del auricular... era evidente que había muchas llamadas al 071 porque el viento no cesaba de mover de un lado para otro los árboles frente a mi ventana...
Total que los albañiles se retiraron con la promesa de volver al día siguiente... esperando que ya hubiera servicio de energía eléctrica, para por fin, terminar el baño. Eso sí, ¡ya estrenamos tina! ¡hasta Harry!
Entonces decidí recostarme y cuando todo parecía volver a ser perfecto...
No, todavía no llego a las ráfagas de plomo...
A la mujer se le ocurrió que tenía que ordenar “mi lado”, “mi lugar” donde tengo “mis cosas”... “¿por qué? si ya escombré mi ropa hace una semana”, fue mi respuesta a su orden a sabiendas de que cualquier argumento que esgrimiera, sería inútil y sólo retrasaba lo inevitable: Empecé a escombrar y a limpiar “mi lugar”...
El sonido de las sirenas a todo su apogeo me puso en alerta... esa misma alerta del que ha vivido cerca de ambulancias, patrullas, carros de bombero y cualquier otra unidad que indique “pasa algo”... le dije a la mujer: “¡Oye!”
Nos imaginamos que pudo haber sido la atención a un auxilio por derrumbe de árboles o la caída de algún espectacular...
Y cuando por fin pensé que las cosas podrían ser perfectas... no, no, no... todavía no llego a las ráfagas de plomo... me dice mi mujer: “Y si le decimos a mi mamá que nos invite a desayunar”... Pensé, dudé... pero desayunar en casa implicaría que pudiera tocarme lavar los trastes y además, ¡todavía no había luz en la casa! Inocente, mi esposa me dice: “¿Y si tampoco hay luz en casa de mi mamá?” No pude evitar el sarcasmo y soltar: ¿Crees que si no tuviera luz tu mamá no te hubiera llamado ya para decírtelo?...
Salimos y la santa suegra nos recibió con enmoladas, enchiladas, tacos de papa y café bien calientito... y lo mejor: ¡Sin tener que lavar yo los trastes!
Cuando regresamos a la casa, un haz de luz asomaba por la ventana... lo primero que hice al prender la compu fue checar lo que había ocurrido y entonces las sirenas que habíamos escuchado en esa mañana tomaron formas, razones, colores y una sensación de tristeza: hubo otras ráfagas, éstas de plomo, en Plaza Cristal, donde un hombre dejó como evidencia de un crimen, una mancha de sangre casi enfrente de McDonalds y a un lado de Fábricas de Francia...
Y mi mañana de aires armónicos, sin luz ni internet, acabó con mi tarde de incertidumbre, con luz e internet, envuelta en ráfagas de viento y plomo.

PD Vaya mi reconocimiento al área de Parques y Jardines que estuvieron patrullando la ciudad quitando, aserrando y moviendo ramas, árboles y demás enseres propios del viento de ayer, que bien pudieron provocar males mayores.

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