viernes, 29 de junio de 2012

Perfeccionar la democracia

Roberto Morales Ayala
Zona franca

Son días de reflexión en vísperas del día de votar.
Algunos ya tienen definida su elección, otros estarán pensando a quien elegir. Muchos prostituyeron su decisión a elegir.
Hay quienes no ven caso en asistir a las urnas, frente a candidatos que, analizados uno por uno, no garantizan la vida democrática que exigen los mexicanos.
Nada es peor que no asistir a las urnas.
Anular el voto y depositarlo en las urnas implica la responsabilidad de aceptar la decisión de la mayoría, sin renunciar al derecho de disentir a un sistema político que no responde con honestidad a las demandas sociales.

Dilema, disyuntiva o condena implícita, el voto nulo se ha constituido en un arma ciudadana para expresar el repudio de un sector de la sociedad a los candidatos chatarra.
Tiene fuerza moral. Da la oportunidad de repudiar la oferta de los partidos a quienes no ven en el sistema político una verdadera opción democrática, sino mera simulación para obtener el poder por el poder.
Si bien el voto nulo no cambia ni modifica el curso de una elección, jurídicamente tiene fuerza para hacer efectivo el recuento de votos.
En la elección 2012, una corriente de opinión lo promueve como un instrumento de protesta civilizada ante el desprestigio, incapacidad o impopularidad de los candidatos a la Presidencia de la República, senadores y diputados federales.
No se sabe hasta dónde repercutirá en la elección del 1 de julio, pero es previsible cómo avanza en el contexto del proceso democrático.
Sobre el voto nulo existe ya un marco jurídico, incipiente, apenas perceptible, pero lo hay.
Proviene de las reforma política que se concretara entre 2007 y 2008, aún sobre las cenizas de la elección presidencial del 2006, que tantas heridas dejó a México y que provocó un conflicto poselectoral de alto impacto cuando Andrés Manuel López Obrador se dijo robado y lanzó al perredismo a las calles, agitó el Congreso y desconoció la Presidencia de Felipe Calderón Hinojosa.
Voto por voto, casilla por casilla, fue el vértice de la protesta lopezobradorista, el recuento reclamado pero parcialmente concedido por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, que no satisfizo a AMLO y que le sirvió para configurar la hipótesis del fraude.
Era urgente, urgentísima, la reforma política y concretamente la reforma electoral. Ahí se le dio forma a las consecuencias del voto nulo, que es en sí misma, la expresión de hartazgo ante los candidatos de bajo nivel o candidatos descalificados.
Leonardo Valdés Zurita, vocal ejecutivo del IFE, señaló a la revista Proceso la importancia que tiene que un sector del electorado opte por el voto nulo y sus consecuencias jurídicas:
“Ahora la ley dice algo que no decía en ese año (2009). Si la cantidad de votos nulos es mayor que la diferencia entre el primero y el segundo lugar, ese paquete hay que abrirlo y hay que recontar las boletas”.
Ahí radica su efectividad. Obliga a recontar votos de manera automática.
Aunque aún en pañales, la figura del voto nulo comienza a tener implicaciones jurídicas que a la larga podrían cambiar el rumbo de la democracia mexicana. Por ejemplo, si en una casilla la diferencia entre el primer lugar y el segundo es de 85 votos, y la cantidad de votos nulos es de 90, es obligatorio abrir el paquete electoral y proceder a un recuento, algo así como un voto por voto, casilla por casilla.
En 2009, la pobreza de las candidaturas generó una campaña de voto nulo que prendió en diversos sectores de la sociedad y que obligó a los partidos políticos a actualizar la reforma electoral y otorgar un espacio en la boleta en que se señala un espacio para candidatos no registrados, voto que obviamente se anulará durante el escrutinio, o sea, en el momento en que se cuenten los votos al final de la jornada electoral, pero que nos permitirá medir el rechazo de la sociedad a las propuestas de los partidos.
Sobre el tema, un analista de amplio reconocimiento, académico, miembro del Colegio de México, José Antonio Crespo, ha disertado con gran tino y profundidad.
Refiere Crespo que el voto nulo tiene incidencia en los partidos pequeños pues los obliga a generar una mayor votación si quieren mantener su registro y, obviamente, el acceso a las prerrogativas económicas.
El abstencionismo favorece a los partidos pequeños, rémoras del sistema político, partidos-negocio, como los define José Antonio Crespo, manejados muchas veces por familias y no por políticos profesionales. En cambio, el voto nulo se suma a los votos efectivos y eso aumenta la votación total, lo que dificulta que los partidos pequeños logren alcanzar el famoso 2 por ciento.
La invitación a castigar a los partiditos es tentadora. En la medida que más ciudadanos comparezcan a las urnas, unos con voto por el candidato de su preferencia y otros con su voto nulo, se ampliará la base de votos y con ello a los partidos satélite les será complicado mantener su registro. Nueva Aliaza, Movimiento Ciudadano, Partido del Trabajo y Partido Verde saldrían de la escena política y con ello el país se ahorraría enormes recursos, miles de millones de pesos vía financiamiento público.
Contra la versión que se ha hecho circular de que si el voto nulo es superior al 25 por ciento de la votación total, se anularía la elección, Crespo señala que eso no ocurre en México. En otras democracias más avanzadas, sí.
La democracia mexicana es tan imperfecta que en cada elección el ciudadano les firma un cheque en blanco a los partidos políticos. A través del voto, los legitima, pero no existe un mecanismo contundente que los fiscalice y que constantemente los penalice.
El voto nulo va adquiriendo mayor peso jurídico. En otros países, si alcanza un porcentaje determinado sobre la votación total, la elección se anula y obliga a realizar una segunda vuelta. Ojalá eso ocurriera en México. La democracia se perfeccionaría.
Nadie está obligado a votar por candidatos basura. El masoquismo electoral no tiene tantos alcances. Y el voto nulo, como dice José Antonio Crespo, podrá no tener un peso jurídico, pero sí es una cuestión de conciencia.
Es decir, el voto nulo tiene hasta ahora un peso moral.

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