domingo, 22 de julio de 2012

De Spiderman a Holmes


Salvador Muñoz

Los Políticos

Atrás de mí, tenía a un Spiderman sui generis, como de un metro de altura, con muchas preguntas para un padre que paciente, respondía el porqué los policías perseguían al héroe de la película... al frente, siete Flash Thompson armados de celulares tomándose fotos en la sala, tirando las palomitas en el pasillo y tratando de rescatar las más posibles porque la función aún no empezaba... a mi izquierda, mi hijo, el Peter Parker perfecto... tímido, abstraído y distraído; y a la derecha, mi Gwen Stacy hecha esposa... ¡ah! y mi cuñada, que bien pudo ser hasta la tía May y acabó siendo el Duende Verde al final de la jornada... unos flashazos por aquí y por allá... jóvenes tomándose más fotos...
Las salas del cine están llenas y no por ello, dejamos de hablar mi esposa y yo de lo acontecido en Colorado...
No hay lugar en nosotros más que para la tristeza pero no la zozobra bajo el entendido de que aún podemos ir en familia a cualquier plaza, con la tranquilidad de que en México, TODOS podemos ser Holmes, el asesino del Caballero de la Noche Desciende en Aurora pero no contamos con tanta facilidad para armarnos hasta los dientes; mientras que en Estados Unidos, amparados en una estúpida Segunda Enmienda a su Constitución, que permite a sus ciudadanos contar con armas para su defensa, las usan en contra de sus semejantes y entonces, allá, CUALQUIERA puede ser Holmes...
Vemos la película entre ese Spiderman de metro de altura y los Flash Thompson aparentando una insensiblidad que están lejos de tener con risas nerviosas cuando llora el protagonista o besa a la joven Gwen...
Aficionados a los comics e historietas del Julio Verne del siglo pasado y actual, Stan Lee, destrozarán a esta nueva película... hablo de viejos como yo, de 35 a 50 años de edad, que en su infancia disfrutaron de las aventuras del sorprendente Hombre Araña... trato de ser razonable y de comprender esta historia que es un golpe de revés a la que yo conocí cuando niño coleccionaba sus revistas y plasmaba una y otra vez en mis libretas a mi héroe favorito luchando contra Vulture (yo lo conocí como El Buitre), Electro, Rino, Kraven, Puma, El Rey (conocido por mi segunda generación como Kingpin) y por supuesto, El Doctor Pulpo, entre otros...
Y la nueva película no es más que el recuerdo que me hace el villano de este filme, el Lagarto, durante un monólogo tipo “Jekill and Mister Hyde”: Las especies que se adaptan, sobreviven...
Los flashazos de los niños de adelante son el mejor ejemplo... cuando niño, no llevábamos cámaras de fotografiar a las salas del cine... tampoco comprábamos palomitas y refrescos... si teníamos suerte, llevábamos nuestras propias viandas expresadas en tortas y agua de limón... por supuesto, hacer largas filas para pasar a comprar nuestros boletos era agotador y nuestras matinées eran ver películas del Santo, Capulina, Las aventuras de Caperucita y el Lobo Feroz; en nuestra adolescencia, las del Hombre Araña en Tokio o de Bud Spencer y Terence Hill (Juntos son Dinamita)...
Hoy, adaptado, compro los boletos por internet; paso a una fila especial donde en menos de un minuto soy atendido; pido combos de palomitas, nachos, jocho, refrescos, helados; y lo que hasta el momento no ha variado, es la pelea por tener un mejor lugar en la sala... pero los flashazos en las butacas me permiten recordar que muchas cosas han cambiado... no me molestan los comentarios de los niños de adelante porque me permiten saber que estoy adaptándome al entender porque Peter Parker trae patineta, peinado alocado y un pinche cuerpo atlético que se diferencia con el mío nomás por una letra... yo tengo puerco atlético...
Sí, la película no es para los nostálgicos de los 60, 70 y quizás hasta 80... no. Es para esta nueva generación de jóvenes... no me peleo con la película, trato de disfrutarla, de entenderla y de re-adaptarme... porque lo importante no es que sea un nuevo o moderno Hombre Araña... para mí lo importante es que siempre, por más que haya Holmes locos en las salas de los cines, prevalezca el espíritu de un héroe en el corazón de un niño disfrazado de un metro de estatura, en los pequeños mozalbetes escandalosos enfrente de mi butaca, en la mirada atenta de Carlos, mi joven hijo, o en un “adultecente”, como me dice mi esposa, emocionado hasta las lágrimas de ver volar por los cielos a su héroe favorito, a sabiendas de que en algún lugar de su ropero, oculta una máscara del hombre araña...

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