miércoles, 1 de mayo de 2013

El estilo es el hombre

Salvador Muñoz
Los Políticos

Entró al salón de clases. De inmediato, pasó a saludar a fulano: “¡Hola! qué gusto verte”; a sutano: “¿Cómo has estado?”; a perengano: “¿Qué tal? ¿cómo te ha ido?”; y así se fue, de mano en mano, de persona en persona, saludando a cada uno de sus compañeros mientras llamaba para esos momentos, la atención del maestro, cuyo dejo de cortesía por parte de ese alumno empezó a irritarle.
Cuando por fin terminó de saludar a sus compañeros, el maestro preguntó:
–¿Ya acabó de saludar?
–Sí, maestro... muy amable...
–Entonces ¡haga el favor de retirarse!

II
Parece una broma, pero la cortesía en hombres como en mujeres es una virtud que se niega a extinguir. Allí está, en pocos, pero no muere. Modos de vida y modas de vida ganan espacio para la irreverencia, a la patanería, al mal gusto, pero la cortesía vive.
Se malentiende la equidad de género con un cese de la cortesía: Ni el varón ofrece el asiento a la dama ni la dama pide el asiento. Frases como “se te va a caer la pared” dejaron de sonar y tanto a viejos como jóvenes les es indiferente que la dama que les acompaña vaya a la orilla de la calle.
¿Romanticismo? ¿Caballerosidad? ¿Educación? ¿Cortesía? ¿A las mujeres dejó de gustarle estos gestos? ¿Cuándo perdieron los hombres esa elegancia?

III
La mujer me encarga una bolsa con algunos atuendos que compró mientras pasa al sanitario. Yo, espero que me sirvan un baguette antes de entrar a ver “Iron Man 3” (tienen que verla, pero no vale la pena en tercera dimensión). Observo a un señor, de aproximados 65 años, con refresco en mano, hurgando con la mirada sobre el mostrador.
–¿Busca popotes?– le pregunto.
–Sí, ¿me podría decir dónde están?
–Cómo no– con una breve indicación con la mano y el dedo índice, le muestro. Con una sonrisa en los labios, me agradece.
Cuando llega la mujer, me entregan el baguette y pasamos al área para aderezar nuestro pan. Allí nos encontramos al señor, quien amable, abre paso para que preparemos los alimentos. Que el tomate, la mayonesa, chile, la “keichup”, servilletas y...
–Joven...– volteo, y es el mismo señor, quien con rostro amable me pregunta: “¿Es de ustedes la bolsa que está allá? ¡No la vayan a olvidar!”
–¡Gracias!– Suspiré aliviado mientras la mujer me echaba una mirada fulminante ante mi enésimo descuido con las cosas, habitual en mi vida cotidiana...
–¡Qué amable el señor!– dijo Brenda... “Me devolvió la cortesía”, respiré profundamente, mientras respondía...

IV
A donde quiera que llega, destaca por su educación. Para unos, se les hace excesiva. Para otros, hasta falsa. Algunos la consideran parte del “ser político” pero el Loco Acosta Croda tira por la borda la tesis. A unos más, hasta les puede parecer aburrido. Para otros más, pareciera un hombre de otro tiempo y hay quienes agradecen que aún conserve la cortesía añorada o perdida en una sociedad que poco a poco ha olvidado esos detalles que quizás, sólo se vean en las películas viejitas porque, en la vida real, son contados los casos.
Américo Zúñiga es un caso particular. Alguna vez le comenté si no era excesiva su educación; me devolvió la pregunta con un “¿Tú crees?” y me recordó el chiste de ese viejo que cumplía más de cien años y cuando el reportero le pregunta su secreto, él dice: “Nunca le he llevado la contraria a nadie”. A lo que el reportero responde: “¡Eso es imposible!” y el anciano agrega: “¿Verdad que sí?”
¡Y me cayó el 20! Nunca es excesiva la cortesía. Lo que es terrible es que la gente la vea rara, extraña, ajena, distante o hasta molesta. Insisto: Entre las mujeres, no se trata de que se deje de ser cortés por una malentendida equidad de género. Entre varones, darle el lugar de “caballero” a otro varón es un acto generoso.
Dicen que el estilo es el hombre. No sé si a la gente le empalague la forma de ser de Américo, pero cuando voy a un restaurante, y veo a un señor sentarse y por el otro lado, la mujer abrir por sí su asiento; o cuando veo cuánto varón se hace “buey” en el camión para no ceder su lugar a una señora, o simplemente los chavos que no entienden que “se les va a caer la pared” porque su compañera va del lado de la calle, pienso que debería de haber más gente que copiara el estilo de Américo. En una sociedad tan fría, tan irrespetuosa, tan desatenta, un mucho de cortesía quizás vendría a hacer menos pesado nuestro diario acontecer en el tráfico, en la calle, en la oficina y vaya, hasta en el hogar.
¿Acartonado? ¿Por qué no mejor Educado? probemos ser un poco cortés, algo ha de tener de bueno que el abuelo lo era, el padre lo fue... ¿por qué no nosotros?
V
Cuando ese alumno del ITAM por fin terminó de saludar a sus compañeros de clases, el maestro preguntó:
–¿Ya acabó de saludar?
–Sí, maestro... muy amable...
–Entonces ¡haga el favor de retirarse!
–Compermiso, maestro... Me retiro...– y empezó de nuevo: “Me dio gusto volver a verte, sutano”; “espero saludarte pronto de nuevo, mengano”; “nos vemos la próxima clase, perengano...” y así, de cada uno de sus compañeros, Pepe Yunes Zorrilla siguió despidiéndose en un acto de cortesía, como es él y como es Américo... el estilo es el hombre, que no el político.

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