martes, 2 de julio de 2013

¡Y si mejor ya no hay campañas!

Jorge Viveros

Las campañas políticas se han vuelto aburridas, vacías, repetitivas; se han vuelto razones para el despilfarro y el odio (principalmente entre los hijos distinguidos de Nopaltepec y Soledad de Doblado). Peor aún es que tampoco cumplen con la función básica para lo que fueron creadas, por el contrario exponen a los futuros gobernantes al escarnio público, porque en el mejor de los casos sólo evidencian ante la ciudadanía el descarado rebase de gastos permitidos por unas de esas leyes (las electorales, entre otras) que no sirven ni significan nada para quienes gustosamente las violan- Claro, una vez en el poder ellos son los responsables de cuidarlas celosamente. En ellas básicamente las agrupaciones políticas dan a conocer en tres etapas básicas a:
1.-“Sus candidatos” quienes salvo honrosas excepciones siempre forman parte de algún liderazgo añejo o son amigos del gobernante de más alto rango en el poder, o bien, esposas, hijos(as) o amantes de otros políticos (as), pero en todos los casos gente dispuesta a entrarle con varios millones de pesos a tan alto honor.
2.- Luego “sus propuestas” en las que palabras como: más turismo, más trabajo, más escuelas, más todo (salvo más seguridad de la que ya nadie habla, ¿o sí?), son frases sacadas del mismo libro escrito hace treinta años que se burla de la inteligencia o de la ignorancia de los electores.
3.-Y por último, en el clímax del hartazgo ciudadano, los candidatos hacen “la solicitud del voto” en una especie de comunión intima que asemeja al novio entregando el anillo nupcial pero a sabiendas de que habrá infidelidades y uno que otro episodio de violencia.
Eso es todo y no hay más, no hay propuestas realmente nuevas, ni candidatos que puedan mágicamente cumplir con todo lo prometido, sólo hay la lucha por el poder entre grupos poderosos pero sin ideas que van más allá de la comercialización de los espacios públicos.
Pero buscando evitar que la gente vote por el famoso Morris, ¿qué otra opción habría?, dejando a un lado cualquier posibilidad de auto elección gubernamental, he llegado a creer que lo mejor sería crear un partido político formado por la adhesión de todos ciudadanos comunes que cumplan con algunos requisitos básicos, que tengan la posibilidad de ser elegidos como verdaderos candidatos ciudadanos en base a un sorteo entre sus miembros, es decir, que se rife entre todos estos mil, dos mil o cien mil ciudadanos (o cualquier hijo de vecino para decirlo más coloquialmente) la candidatura de X o Y posición, de tal forma que cuando la oferta de los partidos sea pobre, siempre habrá la opción del rechazo a través del voto por esta fórmula que en verdad democratiza el acceso a los puestos de elección popular. Todo para evitar el dispendio impúdico que se hace en estas épocas electorales valdría la pena evitar todos los gastos o estrategias de campaña salvo aquellas que resulten gratuitas estando en posibilidad entonces de donar las participaciones que por ley corresponden a un partido político para alguna obra de beneficio social.
Tomemos en cuenta que es difícil que cualquier ciudadano haga peor papel que el que hizo la actual alcaldesa en Xalapa, Elizabeth Morales. En caso de que esta propuesta generara mayoría electoral y para evitar dedazos, nepotismos o compadrazgos, habría que poner en manos de las universidades (tanto públicas como privadas), colegios de médicos, ingenieros, arquitectos y asociaciones civiles enfocadas al trabajo comunitario, así como a ciudadanos distinguidos, la conformación de un equipo profesional que defina cómo el gobierno administrará los 5 ejes estratégicos, correspondientes a su responsabilidad; salud, seguridad, educación, vivienda y libertades. Pero todo ello, sólo se logrará si se tiene un afán verdadero por transparentar el gasto público, con contralorías realmente ciudadanas.

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