martes, 1 de octubre de 2013

México, feliz (mente) en el lodazal…

Jorge Arturo Rodríguez
Tierra de Babel

Hace años, Georg Christoph Lichtenberg lanzó la pregunta: “¿Qué es más fácil para el hombre: reír o estornudar?” Cuestión que aún no he podido contestarme por su graciosa y aforística manera de plantear la finitud del hombre encerrado en una complicada interrogación. Se advierte, sin duda, la perversidad de Lichtenberg y su carcajada sonora al platearnos tal problema. Pero no es el caso aquí de jalarnos los cabellos y preguntarnos por la inmortalidad del cangrejo. No, para nada; antes bien, plantear parafraseando: “¿Qué es más fácil para el hombre: reír o llorar? He ahí la cuestión.
 La verdad, creo que ya no sabemos si reír o llorar ante las cosas que se suceden aquí, allá y acullá. Quizás sea mejor reír y llorar al mismo tiempo. O como Garrid, reír llorando o llorar a carcajadas. En todo caso, cada quien que tome la actitud según su circunstancia, pero sin ser indiferentes ante las otras circunstancias… ¡Uups! Parece que ya estoy loqueando, dijera mi madre.
 En fin, que según la ONU, México es uno de los 20 países más felices del mundo, por encima de potencias económicas como Estados Unidos, Gran Bretaña y Brasil, sin embargo, se ha visto rebasado por Costa Rica y Panamá. En su Reporte Mundial de la Felicidad 2013, nuestro lindo país ocupó el lugar 16, basado en el análisis de seis variantes, entre las que destaca el Producto Interno Bruto (PIB) per cápita, los beneficios en materia de salubridad, el respaldo social, las libertades de decisión individual, la ausencia de corrupción y la generosidad. ¿Usted se la cree? A como veo, yo tampoco. Y no es que sea un pesimista, soy un optimista bien informado, dijera Antonio Gala. Y para muestra, hay muchos botones.
 En justicia ni tendríamos tiempo ni espacio para enumerarlos aquí. Por cierto, este primero de octubre se cumplen tres años de que la Corte Interamericana de Derechos Humanos publicó dos sentencias en contra el Estado mexicano por violación y tortura a Inés Fernández Ortega y Valentina Rosendo Cantú por parte de elementos del Ejército. ¡Ahí nomás!
 ¿Hacia dónde vamos? ¿Hacia dónde va México? ¿Hay rumbo? La Comisión Nacional de los Derechos Humanos en una de sus publicidades dice: “Construir un país con: justicia, dignidad, igualdad, tolerancia, libertad, paz, respeto, seguridad”. Suena verdaderamente bonito, hasta maravilloso, pero a como veo, estas son sólo palabras huecas, por desgracia. Sí, San Agustín, así como toda carencia es desgracia, toda desgracia es carencia. ¿Entonces?
 México, feliz (mente) en el lodazal. (Y no lo digo por estar en los estragos de los fenómenos meteorológicos, que, por cierto, hay que ayudar a nuestros hermanos que están sufriendo las consecuencias naturales y por las irresponsabilidades (in) humanas). Se percibe un mal congénito: todos a chingar porque atrás nos viene chingando, y entonces nuestro país se hunde, y, claro, al jodido acabarlo de joder, porque los pudientes… Pos ya se sabe, ¿no?
 Yo, con Paul Auster, si la justicia existe, tiene que ser para todos; nadie puede quedar excluido, de lo contrario ya no sería justicia.
Sí, hay mucho más botones de muestra para darnos cuenta que estamos en un fango. ¿Cómo vamos a salir de la barranca? Vaya, ¿nos ponemos a reír o a llorar? ¿O mejor nos agarramos a estornudar? Ahí se las dejo.

De cinismo y anexas
Alberto Patishtán Gómez, desde prisión dice: “Ante los ojos de Dios, desde los primeros días en que me detuvieron soy inocente, no he cometido nada y dentro de mi conciencia no le debo a nadie, soy inocente, no he cometido los delitos de los que me han puesto y eso me mantiene tranquilo para seguir luchando y exigir mi libertad. La autoridad no lo quiere reconocer; los comprendo a veces porque la ambición los ha cegado, por eso no pueden ver las cosas. (…) “Es triste ver que los que realmente han cometido otros delitos son los que se van (de la cárcel); los que cuentan con poder económico, por las influencias logran su libertad. A mí, tal vez por mi color, por mis carencias, mi pobreza y por ser indígena me negaron la libertad, pero no pierdo la esperanza, seguiré luchando”.
Por cierto, cada sector de la sociedad tiene su función diferente con respecto a las leyes: los diputados y senadores las crean; el presidente de la Nación las promulga; los jueces las interpretan y las aplican; los ciudadanos las ignoran; los abogados las adaptan a cada caso, realizando una versión libre.
Por lo pronto, ahí se ven.
Hasta la próxima

jarl63@yahoo.com.mx

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