lunes, 6 de enero de 2014

Gobierno rico, pueblo más pobre

Roberto Morales Ayala
Zona Franca

En un gobierno con altos índices de corrupción, los políticos gozan de fortunas tan inexplicables como incalculables, al mismo tiempo que a sus gobernados, literalmente, les exprimen los bolsillos para ofrecer la imagen de un gobierno sano, rebosante de recursos.
Es la paradoja corruptora.
La mística de los gobernantes es ser ricos y parecerlo. Puede el pueblo estar en la miseria, pero las instituciones gozan de elevados presupuestos y de aparatos propagandísticos que difunden que recursos hay y de sobra.
Los gobernadores exigen a sus congresos estatales presupuestos anuales de tal magnitud, que hacen suponer que el progreso está al alcance de la mano y que sólo aplicándolos se daría respuesta a todo lo que la sociedad demanda.
Veracruz, por ejemplo, cuenta con un presupuesto para el año 2014 superior a los 94 mil millones de pesos. Una parte proviene de la recaudación estatal y la otra de las participaciones federales. Pero, como se le quiera ver, es un mundo de dinero que podría resolver las carencias, eliminar los rezagos sociales, impulsar proyectos productivos, atender las carencias y generar las condiciones de desarrollo.
Javier Duarte de Ochoa siguió los pasos de su antecesor, Fidel Herrera Beltrán, y le entró a la táctica de los presupuestos descomunales que terminan siendo desviados para sus intereses y no los del pueblo. En el colmo de la desfachatez, hasta una partida secreta de más de 2 mil millones de pesos le detectó la fracción panista en el Congreso y, una vez que el escándalo le estalló al gobernador, tuvo que emitirse una “fe de erratas” para corregir lo que los priistas aprobaron, y que no era más una trastada más que le permitiría al joven mandatario usar recursos sin tener que cuadrar las cuentas. Eso es corrupción.
Chiapas es otro caso similar. Inmerso en una pobreza insultante, peor que la que vive la mayor parte de la población de Veracruz, el gobernador Manuel Velasco Coello se dio el lujo de pedir a su Legislatura un presupuesto de 78 mil millones de pesos. Chiapas viene de una administración por demás corrupta como la que encabezó Juan Sabines Guerrero, hoy impune tras el saqueo a los recursos públicos y el uso del poder para perseguir a sus enemigos.
Lo mismo ocurrió en Tabasco. Andrés Granier Mello llegó al gobierno con cara de buena gente, precedido de la mejor fama entre los políticos tabasqueños. Al final la decepción fue alarmante. No sólo dejó a Tabasco en su peor escenario sino que robó a manos llenas, desvió recursos que fueron a parar a las manos de sus más allegados y a las de sus familiares. Y hoy el químico Granier está en prisión, esperando que la ley y el gobierno perredista de Arturo Núñez Jiménez le aprieten los tornillos y le hagan devolver lo que se agenció y purgue una condena, que por su edad sería de tipo domiciliaria, pero prisión al fin.
Aquellos tiempos en que los gobiernos se endeudaban sin freno alguno, parece haber llegado a su fin. Fidel Herrera recibió Veracruz con sólo 3 mil 500 millones de pesos de deuda pública y lo entregó oficialmente con 34 mil millones, aunque hay sobradas evidencias de que la deuda real fue de 60 mil millones.
En gran medida, ese endeudamiento provino de los créditos bancarios que suscribió y de la bursatilización del impuesto de la tenencia vehicular. También ocurrió por las obras y servicios que su gobierno contrató y que no liquidó cuando dejó el gobierno veracruzano.
Los alardes de Fidel son de sobra conocidos.
Duarte le ha seguido el juego. Sus tres primeros años de gobierno mantuvieron a Veracruz estancado. Por más alardes de que Veracruz ha crecido más que la media nacional, que somos líderes en producción agrícola, que aquí se filman más películas y telenovelas que en cualquier otras entidad del país, que somos una competencia turística frente a Cancún, Acapulco, Los Cabos y Huatulco, o que la cultura y los festivales atraen la atención de todos, lo cierto es que la pobreza ahí está, no igual sino peor que antes.
Los gobiernos estatales y el federal, así como los municipios, se nutren del pueblo. Los recursos los obtienen de lo que aportan sus gobernados y no podrá ser de otra manera en lo sucesivo porque las nuevas leyes prohíben el tipo de endeudamiento bancario que antes políticos como Fidel, Sabines, Granier, Ivonne Ortega, Moreira o Peña Nieto hicieron sin que nada los frenara.
Las reformas estructurales del nuevo gobierno federal, principalmente la hacendaria, han provocado reacciones variadas y también airadas. Partiendo de la base de que la corrupción ha sido el cáncer de los gobiernos, es obvio que los recursos captados por el gobierno difícilmente se manejarán con transparencia y, sobre todo, con la intención de beneficiar a las mayorías que han permanecido en el olvido.
Los gobernantes se han esmerado en generar la idea de que con presupuestos multimillonarios se logrará el progreso y el desarrollo; que habrá solución a las necesidades del pueblo; que los mexicanos alcanzarán un mejor nivel de vida y que tendrán mejor educación y servicios de salud.
Pero lo cierto es que la realidad apunta en sentido contrario. Veracruz es un claro ejemplo de ello. Con Fidel Herrera el estancamiento fue total. Fidel se volvió un ícono de la corrupción, clasificado entre los diez políticos más corruptos del país en 2013. Y Veracruz se convirtió en un estado sin futuro, atrapado en sus limitaciones y carencias.
Con Javier Duarte no ha sido mejor. En tres años ha dispuesto de presupuestos altísimos, entre 80 mil y 90 mil millones de pesos, pero el estancamiento es evidente. Veracruz no avanza. Los pobres de las zonas serranas cada vez están peor; la educación es deprimente, agravada ahora por el conflicto surgido por la reforma educativa que impulsara el Presidente Enrique Peña Nieto; los servicios de salud son una vergüenza; la planta laboral no crece, pese a los anuncios optimistas del gobernador.
A la par de esa jauja que se vive en los gobiernos, están las fortunas de los gobernantes. Los políticos presumen mansiones y automóviles, viajes y cuentas bancarias.
Ellos viven en el primer mundo y el pueblo en el quinto patio.
(romoaya@gmail.com)(@moralesrobert)

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