domingo, 6 de julio de 2014

Capítulo inédito de El Quijote



Cap. XXXVII. De cómo Paulina Panza también consiguió su portada

Armando Ortiz
El Hijo Pródigo

En un lugar de Los Pinos de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo vivía un gobernante al que unos duques de mala entraña le habían coronado como gobernador de la ínsula Barataria. Enrique era su nombre, de apellido Panza eran sus hijas y no menos Panza la esposa de sus segundas nupcias.
Hallábase Quique Panza, como ha bien tenían sus personeros (que eran muchos) en llamarle, en un dilema que lo traía más enredado que un nido de golondrina. Resulta que una de sus hijas, Paulina, la “niña de sus ojos”, sangre de su sangre, le estaba solicitando aparecer en la portada de una revista del corazón, como entonces se llamaba a los pasquines que trataban como públicos los asuntos íntimos de la “realeza”. Tal solicitud se daba pues Paulina habíase enterado que la hija de Angélica Panza, conocida como la “Gaviotica del Toboso”, se había tomado la libertad de aparecer en uno de esos pasquines de moda, posando altiva, impúdica y ostentosa al lado de su madre. Sofía era el nombre de la entenada, hija del primer matrimonio de Angélica del Toboso, por lo que la interfecta no llevaba el apellido Panza.
Apenas se enteró la legítima de la osadía de la hijastra, hizo una rabieta que retumbó en los jardines de Palacio. De inmediato buscó a su padre Panza, pues era menester ponerlo al tanto de semejante desacato.
«¡Ay papá Panza, ya la Sofi, que de prole bellaca no pasa, y su madre Angélica del Toboso salieron en Marie Claire, yo también quiero mi portada! ¡No me importa cuánto cueste, yo soy tu hija, tu sangre, la otra es la entenada! ¡Ay papá Panza, entonces de qué sirve ser la hija del gobernador de esta ínsula Barataria, si no puede una tener lo que quiera!».
Quique Panza escuchaba sus reclamos y mientras contemplaba la pataleta que la niña hacía, acudió a su mente el momento en que su amo, el caballero andante, Don Quijote de la Mancha, le prometía por primera vez el gobierno de una ínsula.
«Has de saber, amigo Quique Panza, que fue costumbre muy usada de los caballeros andantes antiguos hacer gobernadores a sus escuderos de las ínsulas o reinos que ganaban; y yo tengo determinado de que por mí no falte tan agradecida usanza. Si tú vives y yo vivo, bien podría ser que antes de seis días ganase yo tal reino, que tuviese otros a él adherentes, que viniesen de molde para coronarte por rey de uno de ellos».
A lo que Quique Panza, gacha la cabeza y con una risa socarrona, pero llena de vergüenza, le dijo a su amo: «Si yo fuese rey por algún milagro de los que vuestra merced dice, por lo menos Angélica Panza, mi oíslo, vendría a ser reina y mis hijas infantas».
«¿Pues quién lo duda?», respondió Don Quijote. «Yo lo dudo —respondió Quique Panza—, porque tengo para mí que aunque lloviese Dios reinos sobre la tierra, ninguno asentaría bien sobre la cabeza de Angélica Panza. Sepa, señor, que no vale dos centavos para reina; condesa le caerá mejor, y aún si Dios ayuda».
Ahora que se daba cuenta de las pretensiones villanas de su esposa y de su entenada, ahora que se daba cuenta de la frivolidad de su prole, entendió mejor los consejos que Don Quijote le diera antes de salir a gobernar su ínsula Barataria.
«Has de poner los ojos en quien eres, procurando conocerte a ti mismo, que es el más difícil conocimiento que puede imaginarse. Del conocerte saldrá el no hincharte como la rana que quiso igualarse con el buey».
Ahora le parecía que si bien él cuidaba de hacer caso de estos consejos, los miembros de su casa se apuraban a hincharse como la rana que quiso parecerse a un buey.
Pero la recriminaciones de la “niña de sus ojos”, sangre de su sangre, duraban todo el día y no pudiendo soportar más fue entonces que Quique Panza, gobernante de la ínsula Barataria, solicitó a uno de sus personeros que negociara con los pasquineros en cuestión para que le otorgaran, al precio que fuese, la portada del próximo número de su revista. Cuando Angélica Panza se enteró, lo mismo que la hija, le hicieron fuerte reclamó.
Así fue que, pretendiendo guardar la paz de su casa, Quique Panza, queriendo quedar bien con todas, se vio aguijoneado por los reclamos de las tres mujeres de su casa. Ni siquiera su esposa guardó recato y compostura, creyéndose de la realeza, aquella que no valía dos centavos para reina, no perdía ocasión de echarle en cara su torpeza.
A veces, alejado de la ruindad de su mujer, Quique Panza recordaba nuevamente los consejos de su amo y señor Don Quijote: «Si trujeres a tu mujer contigo (porque no es bien que los que asisten a gobiernos de mucho tiempo estén sin las propias), enséñala, doctrínala y desbástala de su natural rudeza, porque todo lo que suele adquirir un gobernador discreto suele perder y derramar una mujer rústica y tonta».
Más le valiera haber hecho caso al Caballero de la Triste Figura.

Postdata 1: Discreta la síndica trabaja por su municipio
De manera discreta y sin pretender robar cámara, la síndica única del ayuntamiento de Xalapa, Michel Servín González, sigue trabajando en favor del municipio. Se ha reunido con vecinos de la colonia Vicente Guerrero, con los activistas de protección a los animales; claro, sin descuidar sus labores en el Cabildo, donde recientemente convivió con los miembros del 4º Cabildo Juvenil.

Postdata 2: se presentó Río de frente de Silvia Tomasa Rivera
En el auditorio “Aristóteles” del Colegio de Veracruz, ante un nutrido grupo de personas, se presentó con gran éxito el libro Río de frente de la poeta veracruzana Silvia Tomasa Rivera. Este libro inaugura la colección Premios Nacionales en su sección “caída libre” del proyecto editorial de la Universidad Popular Autónoma de Veracruz, cuyo rector es el profesor Guillermo Zúñiga Martínez. Los presentadores, Nina Crangle, José Manuel Recillas y Julio César Martínez, de manera ágil e inteligente, dieron cátedra sobre crítica literaria. Al final Silvia Tomasa Rivera deleitó al auditorio leyendo algunos poemas del libro que se presentaba.

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