martes, 18 de noviembre de 2008

La realidad

Juan Antonio Nemi Dib
Historias de Cosas Pequeñas

Hay una relación directamente proporcional entre la urgencia de prometer por parte de los políticos que aspiran a ganar una elección y las ansias de creer por parte de los electores que deben optar por uno o por otro de los candidatos, basando sus votos en las dos grandes motivaciones del elector: necesidades y miedos. Así, el gran reto de los expertos en mercadotecnia que asesoran a partidos y candidatos consiste, más que en buenas estrategias publicitarias, en identificar los mensajes que las audiencias esperan por parte de sus potenciales gobernantes y construir esos mensajes de la manera más creíble.
La historia contemporánea de Occidente está plagada de ejemplos respecto de promesas electorales incumplidas y abundan los cambios dramáticos de posición, antes y después de los comicios. El caso reciente más emblemático es el del PSOE, que ganó las elecciones oponiéndose a la incorporación de España a la organización militar del Atlántico Norte y más pronto que tarde convocó a un referéndum en el que hizo franca campaña a favor de la alianza peninsular con la OTAN.
Es cierto que la tendencia en política es prometer de más, pero es igualmente cierto que la realidad se impone de manera cruda sobre las propuestas de campaña y suele convertir a la esperanza posible en un sueño inalcanzable; también pasa que las circunstancias cambian de tal manera que las plataformas electorales se vuelven secundarias e intrascendentes frente a retos nuevos y, muy probablemente, de mayor envergadura.
Las propuestas de John McCain y Barack Obama en la pasada elección de EUA fueron objeto de escrutinio y atención no sólo en su país, porque nadie duda que la política de la –hasta ahora— economía más grande del mundo repercute de manera directa en todas las naciones del orbe. Aunque en algunos casos se trató apenas de matices, porque tampoco fueron pocas las coincidencias entre ambos, se escrutaron sus ofertas políticas en busca hasta de las más pequeñas diferencias y oposiciones.
Es difícil restar méritos al flamante presidente electo, que permaneció como segundo lugar en las preferencias del público norteamericano durante un poco más de la mitad del tiempo que duró la campaña, pero está claro que dos factores externos ayudaron a Obama en forma determinante para remontar la adversidad y alzarse con el triunfo: por un lado, el estallido de la crisis financiera que se produjo en muy buena medida (sin que nadie pueda argumentar lo contrario) por la aplicación a rajatabla de las políticas desreguladoras y aperturistas de los defensores de un mercado “capaz de regularse a sí mismo” (ja) y gran creador de riqueza social (ja ja ja) y, por otro, el hartazgo de la sociedad norteamericana con la administración que más de un analista serio ha calificado como la peor en la historia de EUA.
Al margen de que en realidad fue George W. Bush quien resultó derrotado –llevando entre las patas a McCain y a los republicanos en general—, Barack Obama ha despertado entre la población de Estados Unidos (y también en el Mundo entero) una gran expectativa que le supone capacitado para superar los descomunales problemas que recibirá como herencia y que le atribuye las herramientas para navegar con éxito en un mar proceloso y complejo. Pero no le será fácil.
La economía de EUA está sujeta a presiones de envergadura astronómica, como su déficit. Dice Marco A. Moreno: “Hace justo un año, …el [Secretario] del Tesoro de Estados Unidos …anunció que la deuda nacional había excedido los 9 billones de dólares por primera vez en la historia. Cuando George Bush llegó a presidente en enero de 2001, era de aproximadamente 3 billones de dólares. Desde entonces, y en siete años, la deuda se triplicó. Esta inmensa deuda es explicada en un 50% por las enormes cifras de gasto militar que en el caso de EUA es de un billón de dólares anuales, mucho más del doble del gasto de todo el resto del mundo en su conjunto; y el otro 50% es explicado por el exceso de consumo.”
Su economía doméstica no está precisamente en el mejor momento; hay quienes esperan un segundo y un tercer crack de las finanzas norteamericanas: después de las hipotecas impagables, vendría la crisis de las tarjetas de crédito y, según los más pesimistas, el de los créditos industriales y comerciales, que –como es sabido— se autorizaron como vasos de agua, sin las debidas garantías de pago. Esto ya le ha pegado directamente al mercado laboral, tanto que ya se habla de al menos 10 millones de empleos menos en lo que va del año, cuando la crisis apenas empieza. Parece que los 700 mil millones de dólares de dinero de los contribuyentes autorizado por su Congreso como plan de rescate para los mercados financieros, serán insuficientes. Miles de familias están abandonando las casas cuyas hipotecas no pudieron pagar y no es improbable que ocurra lo mismo con los autos y otros objetos comprados a crédito.
China es propietaria de muchos intereses estadounidenses, vinculados a empresas de bienes y servicios y del mercado inmobiliario, pero también financieros. “Después haber sido el acreedor más grande del mundo hasta fines de los años 70, EUA pasó a convertirse en el deudor más grande del mundo”. Y en materia comercial, el nuevo gobierno tampoco la tiene fácil: sólo en el caso de China, Estados Unidos apenas logra venderle un equivalente al veinte por ciento de lo que compra anualmente. Pero el caso se repite con India, con Europa…
La cobertura universal de salud –el sueño de Hillary Clinton— está lejos de cumplirse. Cuando Obama asuma la presidencia, el próximo 20 de enero, miles de sus compatriotas seguirán muriendo de enfermedades curables, simplemente por carecer de dinero para sufragar los elevadísimos costos de sus seguros médicos. Y no hay de dónde costeárselos, salvo que se paguen menos soldados y se compren menos helicópteros blindados, algo impensable.
La invasión de Irak ha significado a los contribuyentes de EUA un gasto de aproximadamente 600 mil millones de dólares, aunque algunos analistas rechazan esta cifra oficial y hablan de partidas ocultas más abultadas. En términos humanos, ha representado la muerte de más de cien mil civiles iraquíes y cuatro mil soldados de EUA. Apenas esta semana se planteó un acuerdo con el Gobierno Iraquí (que deberá ratificar su parlamento) para mantener allá 3 años más a las tropas de ocupación, aunque nadie tiene claro ni preciso cómo ni cuándo retirarlas por completo. Obama prometió trasladarlas progresivamente a Afganistán, otro infiernito que tampoco tiene cómo solventarse ni para cuándo, y que igual cuesta.
Parece que será la realidad la que le imponga la agenda a Barack Obama, no sus buenos deseos y menos, sus compromisos de campaña.

antonionemi@gmail.com

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