lunes, 4 de mayo de 2009

Televisión


Juan Antonio Nemi Dib
Historias de Cosas Pequeñas









“Hoy me he levantado con el pie contrario,
demasiada sangre en el telediario…”
Joaquín Sabina y Manu Chao


Cierta noche en que llegué a la casa relativamente temprano después del trabajo, mi esposa y yo pudimos ver completo el noticiero estelar del horario nocturno de la televisión nacional; sin ponernos de acuerdo, ambos observamos que prácticamente transcurrieron 45 minutos de emisión como si se tratara de un infortunado parte de guerra: violencia de todo tipo, narcotráfico, secuestros, lágrimas, problemas económicos y ambientales, desazón y casi ninguna esperanza. Colocar en medio de todo eso una “noticia amable” posiblemente hubiera hecho más grotesco el cuadro.
Coincidimos en que no era esa la mejor manera de concluir la jornada, con el alma apretada entre pecho y espalda y demasiada adrenalina como para conciliar un sueño reparador (a propósito… ¿por qué dirán “conciliar el sueño”?, ¿se trata acaso de una negociación entre el agotado organismo y el excitado subconsciente?). Nos preguntamos si habría otra manera de abordar la realidad, sin perder su esencia, sin dejar de lado los problemas, pero con un tono más humano; humano en el sentido de cordial, de cercano a las personas, de proclive a las soluciones más que a los conflictos y, por ende, aunque fuera con un poco de fundado optimismo.
Así nació El Molcajete, el programa que desde hace 26 meses estamos presentando en Radio Televisión de Veracruz (RTV).
Ni en los peores delirios me imaginé conduciendo un programa de revista por televisión, en vivo. Aunque hace unos 15 años que hago programas de radio con relativa regularidad y permanencia (7 de ellos en Radio Más), no paso de ser un amateur con exceso de entusiasmo y, por otro lado, se trata de medios de comunicación muy diferentes entre sí, que requieren habilidades distintas. Por si fuera poco, todos los días me rasuro frente al espejo y me doy cuenta de que a mis 46, la apariencia no es precisamente mi mejor recurso, de acuerdo con la estética contemporánea que prevalece en el ámbito de la comunicación masiva. Sin embargo, contra todo pronóstico, el proyecto “cuajó” rápido. Conté con la generosa complicidad de mis amigos en RTV y con el permiso necesario, dado que en ese momento trabajaba en el servicio público, como responsable de una corporación de seguridad. No parecía una mezcla lógica: la “farándula” –como le llama mi buen camarada Felipe Hakim— y la policía. En realidad, si existió algún conflicto entre ambas actividades, no llegué a percibirlo.
Sólo en una ocasión tuve que apresurarme, luego de una reunión de trabajo en Veracruz, para llegar a tiempo y entrevistar al maestro Atanasio García Durán, quien nunca se percató de que estuve a un tris de plantarlo, lo que ciertamente habría tenido interpretaciones políticas muy desafortunadas. Cuando diseñamos el programa buscamos una fórmula para romper la formalidad y propiciar un acercamiento real a la persona invitada, sin barreras ni poses. Alguien del grupo sugirió que fuera cocinando, lo que nos pareció estupendo para combinar los temas densos con la realidad cotidiana en un ambiente relajado y cómodo. La comida era un mero pretexto, un escenario coloquial y cercano, no más. Posiblemente no era un formato muy innovador pero prometía; enfundada en mandil y con una sartén en la mano, volvía gente a la gente, independientemente de su estatus, profesión o encargo. Sin embargo, desde el principio, la doctora Carolina Viveros marcó una impronta, presentando una apreciada receta familiar –bacalao dulce— con esmero y un desempeño gastronómico indiscutibles.
Sorprendentemente, el público también se interesó por las recetas, lo que constatamos con las numerosas visitas a la página web del programa, la mayoría de las cuales eran precisamente para copiarlas.
Fue un error del que soy absolutamente responsable, copiar el nombre del programa de radio. Son diferentes, tienen públicos diferentes y la duplicidad produce confusiones.
Carlos Miguel Prieto, Director Artístico de la Orquesta Sinfónica Nacional, se negó en redondo a cocinar nada –“soy incapaz de ponerle mayonesa a una rebanada de pan”, me dijo— y por excepción fue la única vez en que yo preparé algo, ni siquiera recuerdo qué. Mi fallida incursión culinaria no restó mérito al que considero uno de los mejores programas. En un juego que no se esperaba, pusimos música popular mezclada con clásica y le pedimos que la identificara; no tuvo problemas ni con Juan Gabriel ni con Chico Che.
Con el tiempo, las circunstancias convirtieron a “El Molcajete” en el medio de vida, no sólo mío sino de todo el equipo de producción y el programa dio paso a nuevos proyectos en los que participamos, particularmente una estación digital que se transmite a través de Internet. Afortunadamente para nosotros, los directivos de RTV y, en general, los trabajadores de la televisora pública, son solidarios, tolerantes y nos apoyan cuanto pueden.
Jorge Saldaña, a quien conocí hace ya buen tiempo, viviendo en Barcelona y por quien tengo sinceros respetos y gratitud, me critica fraternalmente por el tipo de “televisión comercial” que hago. Aunque algo le he aprendido y tengo mucho más que aprender de su enorme experiencia y sus indiscutibles y valiosas aportaciones a la televisión mexicana, le respondo que trato de conciliar hasta donde sea posible el entretenimiento con los asuntos “serios” para mantener el interés del público (que al final es quien tiene preferencias y por tanto determina la permanencia de las emisiones) y sin omitir los asuntos sensibles (criminalidad, cambio climático y muchas cosas más), buscamos contribuir aunque sea un poco a la conciencia social, pero no convertirnos en el rosario de tragedias que envenena y oprime.
En más de una ocasión, amigos muy queridos me han preguntado si esta incursión mía por los medios de comunicación y particularmente en la televisión no me resta méritos para la política y el servicio público. Espero que no. Trato de hacerlo con la mayor seriedad y de la manera más profesional que me es posible, aunque el objetivo último sea precisamente el de arrancar sonrisas a la gente y hacer que olvide sus problemas antes de dormir, buscando que tengan ganas suficientes de empezar bien el día que sigue. En cualquier caso, habría valido la pena.

antonionemi@gmail.com

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