lunes, 28 de junio de 2010

Rateros

Juan Antonio Nemi Dib
Historias de Cosas Pequeñas

1] Raymundo vive en el quinto piso de un edificio en Xalapa. Por razones de trabajo pasa la mayor parte del tiempo en Huatusco, aunque regresa con cierta frecuencia a su departamento. El jueves pasado lo hizo de nuevo y se topó, según narra, con una de las peores experiencias de su vida: la puerta estaba abierta de par en par. Se imaginó lo que presenciaría dentro y no, no se equivocó: le habían vaciado su casa: la computadora de escritorio, una computadora portátil, ropa, dinero, algunos relojes... Fue un operativo puntual, arrasador. Evidentemente los ladrones dispusieron del tiempo necesario para robarlo con calma, sin prisas, escogiendo todo aquello que pudiera representarles algún valor.
Raymundo no es rico (por definición un rico no vive en el quinto piso de un edificio en medio de una unidad habitacional, salvo que se trate de un tacaño contumaz). Es un joven profesionista que intenta abrirse paso en la vida y aunque no tiene mayores compromisos aún (una familia que mantener, por ejemplo) le llevará años recuperar el patrimonio que perdió, considerando que -como la mayoría de los mexicanos- algunos de sus bienes fueron adquiridos a crédito y quizá no todos estaban totalmente pagados.
Patéticamente, le dejaron sólo la televisión y encima de ella un recado mal escrito: “pa que veaz el fut pendejo”. Aún no lo interpreta. No sabe si fue realmente un favor o una burla descarnada, aunque pudieron ser ambas cosas. A su vecino del lado también le abrieron la casa y le robaron algunos objetos. Y nadie, ninguno de los demás residentes vio o escuchó nada. O no quisieron ver ni oír.
2] No existen cifras confiables pero la reposición de bienes escolares constituye toda una industria. Uniformes, útiles y libros, mochilas, calculadoras, equipo de laboratorio, flautas y otros instrumentos musicales se pierden todo el tiempo, sin posibilidad de recuperación. Niños y jóvenes constituyen un grupo de población especialmente vulnerable a estas pérdidas, que tienen que ver principalmente con el descuido y la falta de apego a las pertenencias de estos grupos de edad.
En escuelas públicas, en escuelas privadas, en zonas rurales y urbanas pasa todo el tiempo. A la lista de extravíos hay que agregar ahora, con la modernidad, teléfonos celulares, reproductores de música y, faltaba más, computadoras.
El problema radica en distinguir a quienes se encuentran un objeto y deciden apropiárselo de aquéllos que deliberadamente se lo adjudican, a sabiendas de que no les pertenece, como un robo en toda la extensión de la palabra. Se dirá con certeza que no es más que un asunto de grado, al final el beneficiario se está quedando con algo que no es suyo. Pero realmente ése no es el tema de fondo.
El asunto que preocupa más es que desde tan temprana edad los estudiantes se vean involucrados en un clima de inseguridad y desconfianza que los obliga a cuidarse de sus propios compañeros y, como está ocurriendo, a privarse del uso de objetos útiles con tal de no sufrir el robo de éstos. Los asaltos violentos en torno a las instalaciones universitarias son cada vez más frecuentes y, en las zonas metropolitanas como Ciudad de México, los estacionamientos de facultades e institutos se consideran de alto riesgo. Se documentan constantes robos de autos dentro de las instituciones de educación superior.
3] Cursa su especialidad en pediatría en un hospital de Puebla. Al salir del turno, cerca de las diez de la noche, acompañó a su casa a una de sus compañeras, para evitar que a ésta le ocurriera nada. De regreso, el propio taxista lo asaltó a él. Le quitó el dinero, el reloj, el teléfono y, lamentablemente, el original de su cédula profesional (que traía consigo para algún trámite) y la credencial para votar, además de una tarjeta de crédito y una de débito.
Lo dejó en la carretera, rumbo a Cholula, muy lejos de la ciudad. El verdadero martirio fue regresar a su casa. Nadie, a la media noche, quería detenerse. Tuvo que gritarle a los policías que pasaron por allí para que accedieran a ayudarlo. La odisea terminó muy de madrugada, con relativa felicidad porque, al final, “no lo lastimaron”. El segundo martirio fue -en realidad lo es todavía- el cúmulo de trámites derivados del robo. Esta es la verdadera odisea.
4] La “guerra contra el crimen organizado”, los “delitos grandes”, los 24 mil muertos, las grabaciones, los secuestros... todo hace que nos olvidemos de los “delitos chicos”. Pero ahí están, son una y la misma cosa: la falta de respeto a la vida, la integridad y el patrimonio de los demás. Otra terrible forma de violencia que destroza la convivencia y corroe el orden social.
¿Tenemos que aceptarlo como parte de una realidad que no cambiará?


POSTCRIPTUM.- ESTE ARTÍCULO FUE REDACTADO Y PUBLICADO ANTES DE LA EJECUCIÓN DE RODOLFO TORRE CANTÚ, CANDIDATO DEL PRI AL GOBIERNO DE TAMAULIPAS Y CUATRO DE SUS ACOMPAÑANTES, EN CIUDAD VICTORIA. LA EJECUCIÓN DEL CANDIDATO A GOBERNADOR ES LA EXPRESIÓN DE LA VERDADERA GUERRA QUE LAS AUTORIDADES FEDERALES SE NIEGAN A RECONOCER. QUE SIGAN DICIENDO QUE TODO ESTÁ BIEN, QUE NO PASA NADA, QUE ES EL RUMBO CORRECTO Y QUE LOS MUERTOS SON UN MAL NECESARIO.

EN PAZ DESCANSEN RODOLFO TORRE CANTÚ Y SUS ACOMPAÑANTES.
antonionemi@gmail.com

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