domingo, 4 de julio de 2010

Carrera y competencia

Salvador Muñoz
Los Políticos

Eran las diez de la mañana cuando voté.
Mentiría si dijera que no tuve dudas… las tuve.
En la boleta para Gobernador, me encontré a varios Duarte y a algunos Yunes…
¿Había que tachar a todos los Duarte o con un Yunes que cruzara el elector sería suficiente?
En fin, espero que mi único tache tenga validez…
Eran las cinco de la tarde y ya había tendencias de triunfos: Duarte ganaba.
Fidel Herrera entonces tiene una idea más clara de quién ha de sucederle… disipará sus dudas como el Rey Augusto, cuando supo que su fin se acercaba y tenía que decidir a quién dejarle el trono…
¿Se sabe ese cuento?
El Rey Augusto, hombre justo, no tuvo hijos a quien heredar y por ello su Primer Ministro, su General y hasta el Bufón, se sobaban las manos esperando que el Rey los nombrara el sucesor…
A sabiendas de sus ambiciones, el Rey y su esposa decidieron apostar por un joven, ajeno al reino, de buen corazón, justo y de espíritu noble, para ocupar el lugar de Augusto.
Ministro, General y Bufón preguntaron: ¿Cómo va a encontrarlo?
–Muy fácil… en una competencia donde al final, el pueblo habrá de decidir al ganador.
Por supuesto, la idea fue rechazada en su interior y aprobada en el exterior de sus hombres y se anunció tal justa que se celebraría desde la Plaza del pueblo hasta el Castillo, que mediaba varios días de distancia.
Muchos jóvenes se enlistaron. Algunos adultos y niños se apuntaron pero fueron rechazados.
Al final, la competencia inició. A los primeros días, casi todos desistieron por miedo, hambre, frío… menos dos.
El Rey lo sabía. Estaba seguro que entre ese par estaría el Rey que habría de sucederlo.
Eran Adán y Abel los contendientes.
Adán iba por varios metros adelante, urgido por llegar. Abel iba tranquilo, despacio, sereno…
En un tramo del camino, Adán encontró a un pastor y su rebaño que le impedían el paso. Temeroso de que lo alcanzara Abel, decidió aventar cuetes entre las patas de los borregos que salieron despavoridos ante el espanto también del pastor, que no atinaba a qué borrego atraer.
Adán pasó triunfante y presuroso en su camino al castillo.
Minutos más tarde, Abel encontró al mismo pastor que ya había reunido a su rebaño. Los vio y dijo, “espero a que pasen, no sea que los espante y cause problemas al pastor”.
Esperó paciente y después pasó.
Para eso, ya Adán había llegado a una zona llena de plantas, matorrales, rosales y demás y no atinaba a encontrar un camino para salir de esa área. Entonces, desenvainó una espada y empezó a abrirse camino en ese jardín… a su paso entonces dejó plantas muertas.
Abel llegó y se encontró el mismo jardín. Vio a un hombre que recogía apesadumbrado plantas muertas y le preguntó si había un camino para salir del jardín. El hombre le señaló unos matorrales y tras pasar por debajo de ellos, salió.
Abel, entonces, ya con el castillo en el horizonte, vio a un hombre herido de un brazo. Pensó que si se detenía a ayudarlo, podría perder la ventaja, incluso, hasta ser superado por Abel y decidió pasar como si no existiera el hombre lesionado.
Cuando Abel pasó, atendió al hombre de su brazo y lo ayudó a encontrar refugio.
Para eso, Adán ya había llegado y se postraba frente al rey diciendo: “He aquí al triunfador”.
–Es cierto– le respondió, –ganaste la carrera.
Minutos más tarde llegó Abel y tras postrarse ante el Rey, felicitó a Adán y el Rey se dirigió a él.
–Te felicito, hiciste buena competencia.
Entonces el Rey ordenó a sus súbditos poner un biombo, se metió tras él y al salir, Adán y Abel vieron al pastor… se volvió a meter, y tras salir, ambos vieron al jardinero y volvió tras el biombo, y al salir, ya estaba el hombre herido.
Sin decir nada, el Rey mandó a llamar al pueblo para que eligiera a su futuro rey…
¿Usted a quién escogió?
¿Al que ganó la carrera?
¿O al que ganó la competencia?
Para este momento, la respuesta sobra. Basta decir que las tendencias hablaban por nuestros votos.

e-mail: dor00@hotmail.com

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