miércoles, 29 de diciembre de 2010

De la universidad al desempleo

Luis Alberto Romero

Susana era una estudiante universitaria promedio, no tenía muchas luces y deambulaba entre sietes y ochos; le conocí cuando ella cursaba su séptimo semestre en una universidad privada de Veracruz. Su historia es sólo un caso –hay muchos– de la poca preparación de los egresados de varias universidades y, también, de la falta de oportunidades laborales para los jóvenes en nuestro país.
Ella era originaria de un pequeño municipio del norte del estado y estudiaba la licenciatura en Comunicación en el Puerto; por consiguiente, su familia no sólo pagaba la colegiatura y los gastos propios de la carrera sino su estancia y manutención (en total, unos ocho o 10 mil pesos mensuales). El calvario comenzó cuando Susana egresó de la licenciatura y buscó su primer empleo: casi todas las puertas se cerraban y los pocos espacios disponibles ofrecían salarios miserables, 2,500 o tres mil pesos mensuales. Fue cuando cayó en la cuenta de que para pagar el costo de sus estudios tendría que trabajar 15 años. Desesperada, se incorporó al negocio familiar, una tortillería en su pueblo, y terminó por buscar empleo en una maquinadora ubicada en la zona fronteriza… actualmente, lamenta haber estudiado 17 años para terminar operando una máquina de coser.
Por desgracia, el caso de Susana es uno más; existen miles de egresados de las universidades públicas y privadas que no encuentran un trabajo bien pagado y que les permita desarrollar las habilidades, capacidades y destrezas que, al menos en teoría, adquirieron a su paso por la universidad.
Por otro lado, a una formación deficiente, que muchas veces está divorciada de las necesidades del ámbito laboral, se suma el hecho de que varias carreras –Administración y Derecho, por ejemplo– están muy saturadas y la oferta laboral es reducida. El cóctel no podría ser peor si le agregamos que muchas empresas prefieren no contratar a egresados de varias universidades privadas, que han sido etiquetadas como escuelas patito.
Hace un par de días, El Heraldo de Xalapa publicó una nota que debe llamar la atención para los aspirantes a cursar una carrera universitaria y a los propios padres de familia; en ella, el director del Servicio Estatal de Empleo en Veracruz, Sergio Rodríguez Cortés, dice que por inexperiencia 36 de cada 100 egresados de las universidades son rechazados de las fuentes de empleo. Afirma también que en Veracruz, la tasa de desempleo –inferior, por cierto, a la media nacional– alcanza 3.9 por ciento.
La noticia representa la realidad que enfrentan, que padecen miles de egresados universitarios que con título y formación se desarrollan en actividades que nada tienen que ver con sus carreras, licenciados que conducen taxis o que ven en el comercio informal su fuente de ingresos.
Por otra parte, la declaración del titular del Servicio Estatal de Empleo es también un balde de agua fría para los jóvenes que cursan una carrera, porque les advierte a lo que se van a enfrentar con todo y su título universitario: muchas empresas niegan trabajo a los recién egresados, argumentando que se trata de personal sin experiencia… y como círculo vicioso, no adquieren experiencia porque no les dan trabajo.
Por ello resulta plausible la propuesta para implementar en Veracruz un programa de apoyo al primer empleo, que daría beneficios y estímulos fiscales a los empresarios que contraten jóvenes; se trata de una propuesta que va acorde con la Ley de primer empleo que aprobó recientemente el Congreso de la Unión y que aún espera su aprobación por parte del Ejecutivo federal.

luisromero85@hotmail.com

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