jueves, 24 de marzo de 2011

La macha

Salvador Muñoz
Los Políticos

La nota me llamó la atención de inmediato: Un instructivo para evitar expresiones machistas, por supuesto, en contra de las mujeres.
Sí, “contra las mujeres” porque el macho no sólo trata de dominarlas, sino también a sus iguales, si no, no hubiera expresiones como “Yo soy tu padre”, “puto”, “una apuesta de bigotes”, “un chile a chile”, etcétera.
Pero tal instructivo es especial “por las mujeres” y se repartirá entre funcionarios de la administración pública federal por parte de la secretaría de Gobernación y la Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres.
Si bien la idea es buena, bajo el argumento de que por algo se empieza, saltan varios detalles, en especial los siguientes: El no decirlo no quiere decir que no se piense.
Es decir, el hombre que ve en la mujer no una persona sino un objeto sexual, decorativo, de labores “ínfimas”, aunque no exprese su verdadero yo, no dejará de ser macho.
Otra: Difícil cambiar la conducta hacia la mujer cuando por todos lados somos bombardeados (tanto ellos como ellas) con mujeres esculturales, curvilíneas, en revistas, comerciales, espectaculares, programas, ¡hasta en las noticias! que nos reflejan que el éxito en las damas está garantizado en un término simple: “estar buenota”. Lo dice mejor la canción: No tiene talento pero es buena moza.
Sí, habrá gente que me pueda rebatir el “éxito de la buenota” con otras mujeres aunque correrán el riesgo de “ofenderlas” por enfocarlas en el rango de “no están buenotas”.
Secretarias en empresas o algunas dependencias parece que son “seleccionadas” en un certamen de belleza.
Las edecanes, jovencitas adiestradas en el arte de mantener una sonrisa fresca capaz de soportar los galanteos de los asistentes al evento donde las contrataron.
Porristas y animadoras envueltas en trajes entallados que hacen que la pupila del macho se dilate (que no se deleite) en el concepto de nuestros estereotipos de cuerpos bellos.
Vieja, bizcocho, hembra, torta, nalga, forro, quelite, pior-es-nada, ruca, brujer, domadora, culito, bitch (de moda en jóvenes y entre jóvenas), zorra, perra, golfa, naguas, y una cantidad de adjetivos con las que vestimos (tanto nosotros como ellas) a las mujeres, es una cátedra que no se va a eliminar con un instructivo dentro de las dependencias federales.
La clase ya la tenemos bien aprendida y peor aún: reforzada.
¡Ah! pero qué tal se sienten las mujeres orgullosas de llevar el apellido del hombre: Fulanita Muñoz DE Mora... les encanta esa sensación de pertenencia que es muy común y corriente en nuestras primeras damas de la política. Pareciera que el apéndice “apelativo” las hace ser y no son por sí, sino por ser “DE”.
Igual... mientras haya revistas para “hombres”, mientras haya anuncios como “Ego” para que no usemos el champú de ellas (aunque me salgan granos y caspa en la cabeza), mientras antes y al medio tiempo del partido haya mujeres esculturales dando vueltas al estadio, mientras la misma mujer se sienta objeto pues es el papel que nuestra cultura hasta religiosa le da, difícilmente se acabarán “las viejas”.
Dije “difícilmente” mas no imposible.
Pero el problema no está sólo en las mujeres... por supuesto que igual en los hombres.
¿Estamos dispuestos a ver a la mujer sin que el macho despierte en nosotros? Vea a su compañera, vea a su vecina, vea a la joven de minifalda, a la modelo de la tele, a la Jennifer López...
¿Tenemos una reacción cultural u hormonal... o ambas? Digo, hay que ver las notas diarias sobre pederastas, violadores, padres que atacan a sus hijas, padrastros abusivos, jóvenes perversos, machos celosos, esposos desobligados, crímenes pasionales, etcétera. Y repetiría la pregunta: ¿reacción cultural u hormonal... o ambas?
No lo sé... quizás un antropólogo, sociólogo, psicólogo, hasta mercadólogo pueden tener la respuesta.
¿Qué nos queda para con las mujeres?
Intentar hacer un mundo mejor para ellas y para nosotros.
Y se puede empezar con una mesa redonda, que no tenga cabecera. Puede intentar con la mujer que tiene al lado, lavarle los trastos, barrer la casa, doblar la ropa, prepararle el desayuno, plancharle la blusa, pero sobre todo ¡hacerle el amor!
¡Huy! parece que el final es mejor principio...
Lo cierto es que si hay un instructivo contra expresiones machistas, debieran de distribuirlo primero en casa, donde empollan al macho. Sí, porque a veces nuestro primer macho puede ser la mujer.

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